Entre servilletas y purgatorios: el retorno de Armando Palomas al corazón de México en la Maraka

Armando Palomas reapareció frente a los medios en la Ciudad de México como quien regresa de un viaje interior demasiado largo y demasiado sincero. De este modo, el trovador del desencanto y las canciones crudas confirmó que el próximo 30 de agosto se reencontrará con su público en el Centro de Espectáculos La Maraka, un lugar que promete convertirse en altar de su palabra y de sus demonios, en lo que será el punto de partida de una nueva gira nacional tras su sabático.
El músico de Aguascalientes, que durante décadas ha retratado los bordes más descarnados del alma y de la cantina, explicó con naturalidad por qué no habrá invitados especiales: no lo necesita. En un tiempo donde los conciertos parecen competencia de selfies y colaboraciones, él decide desnudarse en solitario, sin más protagonista que su voz y su guitarra. “La gente saldrá plena, contenta y muy borracha”, aseguró, arrancando una sonrisa generalizada entre los asistentes a la rueda de prensa.
Este regreso no es casual, ni tampoco calculado. Es un retorno inevitable, como el pulso que no se puede detener. Durante su pausa de los escenarios, jamás dejó de componer. Lo dijo sin rodeos, como si hablara de la necesidad más básica de su existencia. “En este año, escribir para mí no es más de lo que es hacer aerobics para otras personas, lo hago diario”, aseguró. Así, entre rutinas internas y hojas arrugadas, nació su más reciente álbum: La nostalgia de las servilletas, una obra impregnada de autobuses nocturnos, hoteles baratos y la melancolía brutal de los trayectos sin destino.
“Tiene que ver con esa memoria inmediata de los pocos momentos felices, rescatar esa memoria que vi en un lugar al que llamo el purgatorio, donde escribo. Estos textos me recordaron a qué vine al mundo, mi tarea es contar historias y dejar mi alma en las mismas”, confesó. Cada palabra parecía salirle con esa mezcla de ternura y acidez que caracteriza su lírica: un hombre que ha bebido del dolor para cantarlo, sin victimismos ni maquillajes.
En esta nueva etapa, Palomas grabó con calma en su tierra natal, pero sin reconciliación completa con ella. “El artista escribe cuando está dolido, cuando algo lo carcome. El arte no es domesticable, debes desatar los demonios para poder escribir, mis canciones fueron resultado de todas esas tribulaciones que me provoqué”, justificó, señalando sin tapujos que su música ha sido, muchas veces, un acto de autoflagelación para crear belleza.
“Soy el mismo, pero no igual. He sido feliz en el escenario, pero me martiricé para escribir mis canciones”, reconoció con honestidad devastadora. Ese matiz de evolución sin renuncia, de cicatriz abierta, fue uno de los ejes de la conversación: no hay redención, pero sí un deseo de seguir caminando, componiendo, viviendo con el corazón expuesto.
Además del recital en La Maraka, su gira lo llevará por Zacatecas, Monterrey, Guanajuato y otras ciudades que han sido testigos del andar errante de sus versos. El músico, incansable, también anunció que tiene listo un nuevo álbum que verá la luz próximamente: una especie de tributo irónico a Aguascalientes, la ciudad que lo vio nacer, pero que también le dio la espalda. El disco vendrá acompañado de un libro, como quien deja una carta de despedida al lugar donde no encaja pero aún ama. “No encaja, pero adora”, dijo, con la ambivalencia de quien nunca ha dejado de pertenecer, aunque nadie se lo haya dicho.
Finalmente, adelantó que ya se encuentra trabajando en otra producción discográfica prevista para el año entrante, un proyecto que contará con colaboraciones de figuras como Dr. Shenka, Franco Escamilla, Rubén Albarrán y El Gran Silencio, entre otros nombres que lo admiran y celebran, como lo hace un país entero cada vez que suelta una canción como quien lanza un trago largo al vacío.
Armando Palomas ha vuelto. No como redentor, ni como ídolo reciclado. Ha vuelto como siempre fue: crudo, lúcido, profundo y más vivo que nunca. Y este 30 de agosto, La Maraka será su confesionario, su escenario y su purgatorio. El lugar donde se escuchará lo que nadie más se atreve a cantar.