FILANTROPÍA/ Tokenismo, la inclusión engañosa

Por Felipe Vega, Presidente y fundador de CECANI Latam, empresa de capacitación y actualización para asociaciones civiles y otras figuras no lucrativas.
El tokenismo es una práctica que consiste en incluir a una persona o grupo de una minoría bajo una apariencia simbólica, más que con un interés real por su participación o empoderamiento. En la responsabilidad social, este fenómeno suele manifestarse cuando las organizaciones integran diversidad solo para cumplir con una cuota o para mejorar su imagen pública, sin modificar las estructuras ni promover un cambio cultural profundo.
Esta forma de inclusión superficial puede generar desconfianza, invisibilizar problemáticas reales y socavar la legitimidad de los esfuerzos en diversidad e inclusión. Por eso, entender qué es el tokenismo va más allá de un simple término: implica cuestionar la autenticidad de las acciones y el compromiso detrás de ellas.
Finalmente, el tokenismo no solo afecta a las personas que son “usadas” como símbolo, sino también a la organización, pues limita su capacidad de evolucionar hacia una verdadera responsabilidad social inclusiva y equitativa.
Asimismo, el tokenismo puede erosionar la confianza interna y externa en la marca. Las audiencias y colaboradores actuales valoran cada vez más la transparencia y las acciones genuinas, y detectar prácticas tokenistas puede dañar la reputación y credibilidad corporativa. En un mundo hiperconectado, los stakeholders exigen más que promesas: exigen resultados y coherencia.
Para profesionales de la responsabilidad social, detectar el tokenismo es fundamental. Una señal común es la representación desigual, donde una o pocas personas de minorías visibles son colocadas en posiciones simbólicas, sin voz real ni influencia. Otra manifestación es la falta de cambios estructurales, pese a que la empresa promueva campañas de diversidad o inclusión.
También se evidencia cuando la participación de grupos minoritarios se usa exclusivamente en eventos o campañas externas, pero no se refleja en la toma de decisiones o en políticas internas. Esta superficialidad reduce la inclusión a una estrategia de marketing, se pierde la oportunidad de generar un impacto real.
Es vital entender que la inclusión auténtica no solo busca la diversidad numérica, sino también la integración plena y equitativa de todas las voces. Mientras el tokenismo se limita a la presencia simbólica, la inclusión genuina implica participación activa, desarrollo profesional y un sentido real de pertenencia.
Las políticas inclusivas verdaderas se traducen en programas con objetivos claros, mecanismos de evaluación, y una cultura organizacional que valora la diversidad como un activo estratégico. Además, la inclusión genuina impulsa cambios en estructuras y procesos que históricamente excluyó a ciertos grupos.